una opinión parcializada (valga la redundancia)
La semana pasada un amigo llegó a portadas de diarios, a sets de televisión y su nombre pululó mucho más de lo usual en la "blogósfera" (qué nombre de mierda ese, pero funciona). José Alejandro Godoy fue sentenciado por el delito de difamación agravada en perjuicio del honorable político y hombre público (???) Jorge Mufarech, también conocido por su insulsa gestión como congresista, su gusto por los autos deportivos y por haber denunciado recientemente a Susana Villarán por algo similar, por algo que su mente de concreto armado interpretó como un caso del delito recién mencionado.
La difamación y el honor
No conozco bien la lógica de considerar el insulto, agravio, vilipendio, mentada de madre, etc., como un delito, pero en mi elemental y superflua opinión se trata de una idea estúpida que fomenta el lloriqueo, la irresponsabilidad y la estupidez de los peruanos. La difamación agravada, de acuerdo al Código Penal, es el acto de decir, en público, algo que afecte negativamente el honor y reputación de una persona.
Antes de empezar a renegar y racionalizar, reto a que alguien me dé una definición operacional de honor, alguien que me muestre una manera de poder identificar de manera objetiva cuándo el honor ha sido efectivamente atacado. Yo creo que el honor es una construcción social, pero también personal, una idea que forma parte del concepto que uno tiene de sí mismo. Es tan complicado poder consensuar sobre qué es el honor de un tercero, sin proyectar el propio autoconcepto, que es mejor no hacer leyes al respecto. No todo tiene que estar legalizado amigos, regulen un poco sus propias vidas también, les hará bien.
La cruda realidad y la creatividad peruana
Pero las difamaciones ocurren, la gente se afecta por palabras que consideran agraviantes su honor y/o reputación y es normal que los que se creen difamados quieran hacer algo al respecto, algo que compense ese daño. Supongo que a Jorge M. se le ha paralizado un poco la capacidad creativa para resolver sus líos interpersonales, así que elijo ser generoso con él y con toda la gente que se ha sentido difamada y quiere hacer algo para sentirse mejor y propongo tres alternativas de acción.
Una podría ser responder el insulto, sí, y quizá incrementarlo, si me mentan la madre banalmente podría entrar en detalles y describir a mi agresor los interiores de su progenitora con minuciosidad de relojero, a ver qué se le ocurre responder después de eso. Otro camino, altamente recomendable, es ignorar, uno que muchos comparten, a veces yo también, sólo a veces, pues disfruto mucho insultando de vuelta, es una libertad por la que lucharé en tanto se pueda. Otro camino, el más civilizado en mi nada humilde opinión, es tratar de iniciar un diálogo menos agresivo con el que profirió la injuria, transformar la situación en una exploración sesuda de los motivos detrás del vituperio; quizá el agresor no estaba en sus cabales en ese momento, a lo mejor tuvo una mañana de mierda y sacó lo peor de sí; resulta un ejercicio muy respetable de pacificación activa el buscar el mensaje detrás de la puteada, algo que a mí particularmente me suele dar mucha flojera.
El lloriqueo que nos cuesta a todos (y a la democracia)
Finalmente, si la flojera existencial puede más, los peruanos tenemos el camino LEGAL de ir llorando al Estado y entregarle a los hipereficientes y groseramente honestos trabajadores del Poder Judicial la responsabilidad de resolver un asunto que bien podría resolverse de a dos. Alégrate peruano, puedes ir rasgándote las vestiduras y lloriqueando a la instancia del PJ más cercana, apelar al vergonzoso Código Penal que nos rige y ponerle un precio a esta concepto resbaladizo que es el honor; claro, ten en cuenta de la chambaza que eso implica, el tiempo y dinero que perderás en una lucha eterna en el mar de lodo de la justicia peruana. Hey, pero quizá tienes harta plata y gente que puede hacer muchos de esos trámites por ti, quizá tienes amigos poderosos en entidades del Estado que pueden acelerar ciertos procesos en aras de su nutritiva amistad. En ese caso tal vez sí te convenga denunciar, tienes las de ganar. Que viva la democracia y la igualdad, no?
Estoy harto de que los legisladores gasten su tiempo en generar y aprobar estas leyes que quitan responsabilidad en el manejo de conflictos de las personas, leyes que nos mariconean (sí, MARICONEAN, saben a qué me refiero y no tiene nada que ver con la homosexualidad masculina), que suelen beneficiar a quienes tienen más poder para mover influencias a su favor y en detrimento de la justicia. No sé si lo han notado, pero la gente que suele beneficiarse de estas denuncias esto tiende a ser débil, dependiente, infantil y, por supuesto, económica y/0 políticamente poderosa dentro de la sociedad. Es una vergüenza que nuestros impuestos estén financiando este mecanismo de afianzamiento de los profundos y oscuros abismos que hay entre los que están más cerca al gobierno de turno y los que no. En serio, Mufa, Paolín Guerrero y demás llorones, agrupen las pocas bolas que tienen y enfrenten a sus injuriadores o difamadores, aunque sea una vez, hagan el intento, háganos el favor de ahorrarnos un poco de horas-hombre del PJ y, quizá, escuchen un poco el insulto o la difamación, quizá hay algo de cierto ahí, quizá aprenden algo hoy para variar.
Para cerrar, no he dicho nada sobre la medida en que esta sentencia puede poner camisas de fuerza a las libertades de expresión y de prensa porque creo que mucha gente ha escrito maravillosa y claramente al respecto, pero sí tengo algo qué decir: sólo por meterte con un amigo mío, vete a la mierda Jorge Mufarech y ven personalmente a quitarme la libertad con la que nací, a ver si puedes hacer algo por ti mismo.
Jorge Oliart Guevara